Gadir, 350 a.C.- Tras unas décadas de esplendor, Grecia se enfrenta a la invasión. La decadencia de Esparta y el hastío de Atenas han provocado que las grandes islas hayan proclamado su separación influidas por Persia, y polis como Tebas son la única esperanza de una Grecia unida. Con esta situación, desde el norte, la que antaño fue una polis igual que ellas, ha invadido Olinto. El nuevo estado se llama Macedonia y, gobernado por Filipo II, lleva a cabo políticas ofensivas por todos sus frentes cuando antaño era un país acosado.
Así, el norte de Grecia ha quedado en manos de Macedonia cuyo ejército es temido en todo el mundo conocido, sobre todo por su nueva disposición militar perfeccionada de la falange que ya inventaron los griegos, la falange macedónica. Una colocación de la milicia que les posibilita el apoyo de la lanza en el hombro del soldado siguiente pero con la capacidad de moverla cuando sea necesario en cualquier dirección.
Mientras, Roma crece próspera y se ha aliado con sus poblaciones vecinas del Lacio creando la llamada Liga Latina. Así se ha granjeado el reconocimiento de su soberanía por parte de Etruria. Aunque siguen llamando la atención sus extrañas políticas puesto que su sociedad, dividida entre patricios y plebeyos, siendo ricos los primeros y pobres los otros, ha decidido otorgar equidad de derechos a todos sus ciudadanos mediante las Leyes Licinio-Sextianas. De esta forma han adquirido la costumbre de firmar leyes y decretos con las siglas SPQR (Senatus PopulusQue Romanus) que significa el senado y el pueblo romano, como signo de actuación conjunta entre pueblo y senado.